“Raimundo nació, en el sitio donde ahora se halla la Escuela N° 821, que lleva su nombre, cuando lo que hoy es un barrio de la capital, entonces era campiña. Sus compañeros recordaban que ‘allí transcurrió su infancia, sus incursiones por las orillas del Salado y sus correrías a través de los campos de lino en flor o por los hornos de ladrillo’ (Crónica de Nuestro Mensaje, Año l, N° l, octubre 1928)”.
Un dato revelador de aquella vida de la infancia de Peña lo ubica con otro protagonista de la historia de Santa Fe. Así se menciona que, en esas correrías por el Salado, “El más cercano amigo en esas irrupciones fue Enrique Mosca, gobernador cuando se produjo la huelga. ‘El gobernador Mosca y mi padre eran hermanos de crianza, como se decía entonces’ (Testimonio de Blanca Peña). ‘Raimundo J. Peña, destacado educador, amigo de los Mosca, tuvo la dignidad de anteponer los intereses de la educación pública y los docentes, a las vinculaciones afectivas y encabezó la huelga de maestros del año 21, durante la gobernación de Enrique M. Mosca’.
Peña se recibió de maestro en la escuela Normal, pero también de procurador en la naciente Universidad Nacional del Litoral, allá en los primeros años de la casa de altos estudios. Como maestro Raimundo Peña se desempeñó en diferentes establecimientos educativos públicos de la ciudad. Por ejemplo, su docencia lo llevó en 1902 a la antigua escuela Vigo (hoy escuela Manuel Belgrano). En la escuela Bernardino Rivadavia cumplió su rol de maestro, y a partir de 1916 también fue vicedirector de ese mismo establecimiento. Después, en 1918, se desempeñó como director de la escuela Juan José Paso, cargo que mantuvo hasta poco antes de su muerte.
Pero Raimundo no sólo fue docente, sino también un luchador gremial que peleó en su época por un mejor salario para sus colegas. Antes de la creación de la AMSAFE, encabezó la huelga de 1921, junto a compañeras como Marta Samatán y Julia García. Esa militancia le ocasionó la persecución de las autoridades del momento, acciones que finalmente terminaron con la cesantía al cargo de director que había obtenido. La lucha de los maestros en 1921 tuvo como origen el reclamo por la deuda que los gobiernos provinciales del renunciante Rodolfo Lhemann primero, y luego Enrique Mosca, tenían con los docentes. El atraso llegó a ser de 18 meses de salario, un año y medio de trabajo en las aulas sin percibir remuneración.
En cuanto a la situación que lo ubica como actor gravitante en la huelga de docentes, se recuerda en la tarea de Luciano Alonso que “al producirse el paro y devenir la cesantía, estaba casado con Justina Pérez, también maestra y huelguista desempleada. Tenían dos hijos pequeñitos. Raimundo fue desalojado de la casa habitación que ocupaba en la escuela J. J. Paso, radicándose en Piquete, en lo que era el huerto paterno. Diariamente se trasladaba a caballo hasta la plaza España, para dirigir desde el local de la Escuela Rivadavia, el movimiento de resistencia de los maestros”.
Peña se involucró con sus colegas en el marco de la existencia de la Asociación Gremial de Maestros de Santa Fe y Federación Provincial de Maestros de 1920, y en ese contexto se encuadra la lucha por los salarios adeudados y la actividad docente. Sobre el punto, el sitio de AMSAFE recupera su historia en la pluma de Luciano Alonso: “La llegada de 1920 encontró al magisterio agrupado en instituciones netamente sindicales. Nuestros colegas de entonces tenían razones valederas para levantar la voz de sus reclamos: haberes mensuales de pesos líquidos, con un atraso en el pago que oscilaba entre 14 y 18 meses, obligados a negociar con usureros que se quedaban con la mitad; la falta total de escalafonamiento permitiendo la primacía de razones extraescolares al momento de decidirse traslados y ascensos”.
Fue un tiempo de crisis, “Desgraciadamente el panorama era similar en otros gremios y regiones, lo que justifica las huelgas que se extendían a lo largo del país, con represiones violentas. En el chaco santafesino, la policía y tropas del Regimiento 12 de Infantería fueron lanzadas contra los obreros de La Forestal”.
En particular sobre la situación de los maestros santafesinos se detalla que “Cuando la asamblea de la Federación Provincial de Maestros, el 3 de mayo de 1921, declaró el paro de actividades, el grado de adhesión fue muy elevado, sobre todo en Santa Fe y Rosario, asiento de las entidades más numerosas y combativas: la Asociación Gremial de Maestros y la Sociedad Unión del Magisterio, respectivamente. El pedido comprendía: 1- Sanción del presupuesto escolar, 2- Escalafón para el magisterio y 3- Pago de los 18 meses de sueldos que se les adeudaban”.
Con un gobierno provincial convulsionado por una crisis política de la estructura gobernante, la historia recuperada por el gremio refiere que “La huelga fue respondida por las autoridades de la manera más absurda: en lugar de solucionar las justas reivindicaciones que se le planteaban, cerró las escuelas por ocho días y declaró al personal en comisión. Durante aquel lapso, quienes quisieran continuar la carrera docente, eran obligados a solicitar la reincorporación quedando a criterio del Consejo General de Educación, aceptarla o rechazarla, reconociéndosele la antigüedad de servicios trabajados o considerárselo recién Ingresante. Exigencia tan humillante no sometió a los más decididos, que prefirieron proseguir la lucha con asistencia a las escuelas para decidir a los remisos, con la difusión de comunicados de prensa, volantes y pasacalles, impedidos de realizar actos públicos por la acción policial”.
En la descripta situación se desarrolla la actividad gremial docente, en la que se inciden decididamente Raimundo J. Peña (presidente de la Asociación Gremial de Maestros); Ana San Juan (secretaria); Agüero, Ferreira, Carmen Báez, Julia García, Josefa López, Marta Margarita Lucero, M. Teresa Rodríguez, Antonio Ucha y Justina Pérez (esposa de Raimundo). De esa militancia por los derechos y el pago del salario de los maestros y maestras santafesinos surgió la Asociación de Magisterio como organización gremial, antecedente institucional de AMSAFE.
Sobre este aspecto de la vida de Peña, Marta Samatán expresaba lo siguiente y que rescata el trabajo desarrollado por Alonso: “No puedo dejar de recordar la magnífica figura de Raimundo Peña, nuestro jefe en el ya histórico movimiento del año 21. Peña fue para nosotros un símbolo. Admirábamos su nobleza, su fe, su desinterés, su lealtad hasta la muerte. Creo que su conducta ejemplar es el más legítimo orgullo que puede tener el magisterio santafesino. Peña es, y será, el precursor».
El legado de Raimundo Peña trasciende la mera concepción de una organización de los trabajadores para instalarse como un baluarte del elemento que le da origen a su convicción de maestro: La Educación Pública.
“También de manera cotidiana, por la tarde y el crepúsculo, Raimundo labraba el huerto empeñado en lograr de la tierra alimentos para su familia. Sudoroso por el manejo constante de la pala, la azada y el escardillo, un día de intenso frío contrajo una neumonía.
Comenzó un largo proceso entre la vida y la muerte, durante el cual el gobierno lo presionaba para que declarase el levantamiento de la huelga, a lo que se resistió con firmeza. Cuando habían transcurrido seis meses de la declaratoria del paro, el 25 de octubre le hicieron llegar un decreto nombrándolo director general de Educación Física. ‘No he de aceptar el cargo más Insignificante hasta que el último maestro huelguista no quede reincorporado’, respondió, ‘Aprovecharon la oportunidad de su agonía y le dieron un puesto para que pudiera jubilarse y que le quedara una pensión a la familia, según la propia expresión de los magnánimos’. ‘¡Admirable bondad esa de que se envanecían y que consiste en matar a los padres para proteger a los hijos!’ (J. Dionisio Campos en el acto del sepelio representando a la Federación. Provincial de Maestros).
La actitud oficial causó tanto disgusto a Raimundo, que la dolencia cardíaca que también padecía, complicó su cuadro clínico y al día siguiente falleció. Contaba 39 años.
La comunidad santafesina se conmovió. El gobierno debió retroceder ante una ola creciente de protestas; los cesantes fueron reintegrados a sus puestos y se concedieron mejoras al gremio”. (Luciano Alonso. “La Educación en la Provincia de Santa Fe. Reseña histórica”)
Como se menciona más arriba, el 26 de octubre de 1921 Raimundo Peña falleció en la misma casa familiar donde había vivido. Lo refería El Litoral en una nota de 1959 por una colecta para dotar de una campana nueva a la escuelita N° 821, y hablando de la casona familiar y de Peña, decía que “…nacido en ese mismo solar un 15 de marzo de 1882, que fuera abanderado del movimiento huelguístico de 1921, cuando los maestros santafesinos reclamaban más de un año de sueldos atrasados. Allí también murió Raimundo J. Peña, en medio de la incomprensión y tras soportar las amarguras de una injusta cesantía”. (El Litoral 27/8/1959)
Ese mismo año de fines de los ’50, el martes 26 de octubre, se dejó inaugurado un busto de Raimundo Peña en la entidad educativa que lleva su nombre. Al día siguiente, con motivo del reconocimiento, el diario El Litoral reproducía en sus páginas: “Se ha cumplido pues, un acto de estricta justicia, de aquella justicia que, para ser tal, requiere que no sólo sean registrados en los anales de la historia civil los actos de trascendencia multitudinaria, sino aquellos que en su aparente pequeñez han tenido la virtud de perpetuarse en el tiempo con recios caracteres. Tal es, a grandes rasgos, la historia de Raimundo J. Peña y de esa manera se puso de manifiesto la permanencia de su ejemplo, con motivo de los actos cumplidos ayer al recordarse un nuevo aniversario de su fallecimiento, que tuvieron por escenario la tumba que guarda sus restos en el cementerio municipal y la escuela que lleva su nombre”. (El Litoral – 27/10/1959)
Se puede agregar además que en el acto participaron, ex alumnos del maestro, la primera directora de la escuela Raimundo Peña y sus primeros docentes de la misma, la comisión pro mejoras, integrantes de la cooperadora, y alumnos de ese entonces de la escuela 821. Asimismo, estuvieron presentes el presidente del Consejo General de Educación, Delmar Caselli y Alberto Raimundo Peña, el hijo del educador fallecido en 1921.
No es el único elemento que recuerda a Raimundo Peña en la ciudad el busto ubicado en la escuela con su nombre. Por ejemplo, en la sede de la Delegación Regional IV de educación fue colocada una placa, que lo recuerda y lo hace presente. Pero más presente que en bustos, placas o crónicas de medios, Raimundo Peña está presente cada día en las aulas con alumnos y docentes, en cada Escuela Pública de Santa Fe, pero con mayor ahínco en la que lleva su nombre. Es que el gesto de Raimundo, de su compromiso, fue más allá, expresado en la decisión de su esposa en respeto de su voluntad.
Fue entonces por esa militancia con la Educación Pública, con sus compañeros de tiza en mano, que la Asociación del Magisterio santafesino propuso en el año 1932 que una escuela de Santa Fe lleve su nombre. Ese reconocimiento, sumado a la donación de la casona, realizado por su esposa en 1936, concluyó con la creación del establecimiento que lo recuerda. Así, la Escuela N° 821 “Raimundo Peña” de Villa Hipódromo, San Pantaleón y Ciudadela Norte, es una muestra del valor y el sentido de la Educación Pública, su nacimiento y su historia lo testimonian. Una escuela ejemplo, por su maestro inspirador, y por los docentes, que cada día asumen la tarea de educar para igualar y promover la realización y desarrollo de nuevas generaciones de santafesinos, como en todas las Escuelas Públicas.
Prensa AMSAFE La Capital